La historia es sobre Julio César Iglesias, un hombre de 43 años con situación regular en Chile, quien resultó detenido por la PDI (Policía de Investigaciones) junto a otros tres sujetos en un megaoperativo en Maipú.
Según las investigaciones, Iglesias estaba ligado al crimen del teniente venezolano Ronald Ojeda y fue el encargado de enterrar su cuerpo.
Aparentemente, Iglesias llevaba una doble vida como “conserje estrella” de un edificio en Ñuñoa y miembro de una organización llamada “Los Piratas del Tren de Aragua”. Lo curioso es que, según los vecinos del edificio donde trabajaba, Iglesias era una persona muy amable y simpática, que siempre estaba dispuesto a ayudar.
Se relata que incluso le había comprado un auto a uno de sus vecinos.
Su detención dejó sorprendidos a los residentes del edificio, quienes se reunieron en asamblea para discutir la situación.